9.9.08

ALGUNOS MODELOS EXPLICATIVOS PARA EL ESTUDIO DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO. LÍMITES Y HERENCIAS CONCEPTUALES

ALGUNOS MODELOS EXPLICATIVOS PARA EL ESTUDIO DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO. LÍMITES Y HERENCIAS CONCEPTUALES

Leonor Guadalupe Delgadillo Guzmán
Aída Mercado Maya
UAEM
Yo creo que cada quien tiene su rol específico... o sea, tú.
¿Cómo tú puedes saber cambiar una llanta como hombre?,
o sea, que lo hace el hombre, la mujer también lo debería saber,
pero por algo es mujer, no es lo mismo... mujer,
o sea escomo pasarle la maternidad al hombre no se puede...
El atender a tu pareja...
Fragmento de entrevista
Palabras de “Celina” estudio de caso
Presentación
El objetivo de este ensayo es señalar la necesidad de identificar algunas de las propuestas teóricas que en torno al estudio sobre violencia de género se han edificado, para con ello tomar distancia sobre sus desaciertos. Este planteamiento se presenta bajo la siguiente observación: los avances hasta ahora obtenidos en la discusión de este fenómeno en las ciencias sociales revelan una pobre consideración de la capacidad de la mujer como agente reflexivo, lo que no exime al hombre de contar con esta misma capacidad.
De manera general, se puede comentar que existe un predominio de la relación víctima-victimario en la pareja, mujer-víctima y hombre-victimario, dando continuidad a los estereotipos sociales por género. A este respecto, se propone abrir una discusión, en tanto que el contexto social en el cual se vive, por lo menos en las sociedades occidentales, presenta cambios importantes en la construcción de las relaciones de pareja.
Para cubrir el objetivo planteado, se trabajan los siguientes apartados: 1. Definiendo a la violencia, 2. El debate en torno a la violencia, y 3. Consideración final.

1. Definiendo a la violencia
La violencia como fenómeno de estudio en las ciencias sociales propicia múltiples reflexiones para su definición, lo cual no ha sido fácil, dando como resultado una falta de consenso en el ámbito académico.
Al revisar de manera general diferentes definiciones sobre violencia, se observa que se juegan en una lógica de la semejanza y la diferencia. Semejanza porque por lo menos un elemento es constante: la disposición de dominar para mantener o, en su defecto, conquistar nuevos poderes. Diferencia porque atienden en su descripción a distintos elementos.
Así, se tienen por ejemplo, las siguientes definiciones que al respecto presentan la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2003), Héritier (1996), Galtung (1998), Barfield (2001) y Corsi (1995):
“La violencia es el uso intencional de la fuerza o el poder físico, de hecho o amenaza, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones. De esta definición se excluyen los incidentes no intencionales, por ejemplo: accidentes de tráfico y quemaduras” (OMS, 2003).
“Llamamos violencia a toda situación de naturaleza física o psíquica susceptible de entrañar el terror, el desplazamiento, la tristeza o desgracia, el sufrimiento, la muerte de un ser vivo. Todo acto de intrusión que tiene por efecto voluntario o involuntario la desposesión o la no posesión del prójimo, el daño o destrucción de objetos inanimados (eso por hablar de otros aspectos de la violencia contemporánea). La mujer es el cuerpo primero que ejemplifica esa intrusión, que fractura su cuerpo, piénsese en la violación. El cuerpo concebido como un territorio cercado físico y moral... Se trata de un medio de expresión y acción enfocada a satisfacer deseos imponiendo su poder, su voluntad sus ideas sobre el prójimo. La agresión se adquiere por educación” (Héritier, 1996).
“Es el fracaso en la transformación del conflicto lo que lleva a la violencia...la violencia en general, y la guerra en particular, no es sólo un monumento al fracaso de la transformación del conflicto para evitar la violencia, sino también el fracaso de utilizar la energía del conflicto para propósitos más constructivos” (Galtung, 1998). “Uso intencionado de la fuerza para causar daño corporal. También hace referencia a la totalidad de actos de esta naturaleza en el seno de una colectividad social o a una situación en la que prevalecen” (Barfield, 2001).
“El uso de la violencia constituye una manera de resolver conflictos interpersonales. La violencia implica eliminar obstáculos que se oponen al ejercicio del poder. Para que la conducta violenta sea posible tiene que darse una condición: la existencia de un desequilibrio del poder, que puede ser permanente o momentáneo. La conducta violenta es sinónimo de abuso de poder, en tanto sea utilizado para ocasionar daño a otra persona; consideramos a la violencia como una situación en la que una persona con más poder abusa de otra con menos poder” (Corsi, 1995).
Entre las semejanzas, se advierte que la violencia implica el uso de la fuerza para producir daño en otro (s). En sentido amplio, se puede hablar de violencia política, económica, social, etc. El uso de la fuerza remite al concepto de poder, a la capacidad de dominio y, por tanto, a la posibilidad de un arriba y un abajo reales o simbólicos, que adoptan habitualmente la forma de papeles sociales complementarios:padre-hijo,hombre-mujer, maestro-alumno, entre otros (Corsi, 1995).
Entre las diferencias, Galtung (1998) señala al conflicto como un elemento fundamental, para él las incompatibilidades de objetivos en la percepción humana genera diferencias, y éstas a su vez confrontaciones entre los individuos, que si no son transformadas por medio de la discusión o la negociación que apunten hacia un (os) acuerdo (s), entonces se desencadena la violencia.
Otra diferencia es la especificidad de la naturaleza del acto violento. ¿Se trata de una violencia física, psicológica, económica, sexual?, ¿se trata de una violencia combinada?, ¿se trata de una violencia letal?
Para un análisis cuidadoso de la acción de la violencia, es necesario tomar en cuenta: ¿quiénes participan?, ¿en qué contexto lo hacen?, ¿cuáles son los intereses o beneficios que se están jugando?, ¿por qué se observan diferencias entre un acto violento y otro?, ¿cómo explicar las diferencias en lo que histórica y culturalmente es entendido como violento y no violento?
Tales interrogantes conducen a lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2003), Riella y Cisneros (2001) y Montesquieu (citado por Héritier, 1996) llaman la relativización de la violencia:
“La noción de lo que son comportamientos aceptables e inaceptables, o de lo que constituye un daño, está influida por la cultura y sometida a una continua revisión a medida que los valores y las normas sociales evolucionan...” (OMS, 2003).
“Los actos de violencia deben definirse en relación con las normas y costumbres de una sociedad dada. Es decir, que la concepción de violencia es siempre una concepción social e histórica...” (Riella y Cisneros, 2001).“Para juzgar la violación de las costumbres es necesario tenerlas” (Montesquieu citado por Héritier, 1996).
Estas aseveraciones en su conjunto señalan la dificultad de establecer un acto como violento o no violento; el cómo se califica depende de los valores, las ideas y las prácticas de los miembros del grupo social que se trate, por medio de ellos se legitima o no un acto como violento, consideración que conduce hacia la diferencia en el cómo un grupo social puede concebir un acto como violento mientras que en otro grupo social ese mismo acto es no violento.
Para fines de este ensayo, la violencia se entenderá como todo acto intencional que por acción u omisión se vale de la fuerza física o simbólica para dañar a otro (s) física, psicológica, sexual o económicamente, y que en algunos casos va acompañado con la expectativa de obligar al que se domina a actuar de una forma determinada.
¿Por qué definirla de esta manera? Sin pretender agotar con esta propuesta conceptual a la violencia, se parte del hecho de que la mayoría de los actos violentos se dan en el marco de las relaciones sociales, que pueden o no darse en la vida cotidiana, es decir, en la familia, en la escuela, en el trabajo, en la colonia y también en condiciones no cotidianas como la guerra, el terrorismo.
Al señalar “la mayoría de los actos violentos”, significa que no todos se dan en el marco de las relaciones sociales, existen aquellos otros actos de violencia en los que el individuo es al mismo tiempo víctima-victimario, ejemplo de ello son: el suicidio, los intentos de suicidio y comportamientos auto-lesivos. Casos que en el presente ensayo no son considerados, por estar fuera del objetivo de estudio, sin embargo, se hace alusión a ellos porque forman parte del fenómeno de la violencia.
Son actos intencionales por acción u omisión, entendiendo con ello la existencia de acciones activas y pasivas; las primeras son aquellas que en su manifestación dañan directamente al otro; por ejemplo: golpes, insultos, abuso sexual, disposición de los bienes del otro sin su consulta o consentimiento; las segundas se distinguen por la negligencia o el abandono de las necesidades del otro, ya sean físicas, psicológicas, sexuales o económicas.
La definición propuesta en este ensayo presenta la ventaja de aludir a las diferentes formas de expresión de la violencia hacia la víctima, tomando en cuenta tanto la fuerza física (fuerza evidente) como la fuerza simbólica, lo que la hace en términos históricos aplicable en cualquier periodo, piénsese en la tortura de Damiens, condenado en 1757 por la Iglesia en París, a ser torturado, descuartizado y quemado, en una plaza a los ojos de la gente ahí aglutinada con motivo de su sentencia, por ser un delincuente parricida, cuyo castigo estaba estipulado por la ley, y que durante su ejecución no dejaba de gritar, gemir y rogar que el suplicio parara (Foucault, 2000).
Ejemplos de este tipo pueden ser rastreados en obras históricas, donde quedan ilustrados múltiples casos de violencia, en los que se da la intención de hacer un daño a propósito de alguna trasgresión, ya sea a un principio, creencia o ley; y que como castigo sirve de lección para los miembros del grupo que en algún momento quisieran sobrepasar el límite de las leyes; en otras palabras, al momento de ser testigo de la tortura queda dada la enseñanza de lo que se puede vivir en caso de cometer alguna trasgresión, lo que en palabras de Bandura (1978) se llamaría aprendizaje vicario. Este daño o intención de daño sirve como un eficaz mecanismo de persuasión para obedecer la imposición del que domina.
2. El debate en torno a la violencia
No obstante de la gran dificultad para llegar a un consenso para definir la violencia, se han generado interesantes debates, entre los que se encuentran las posturas instintivista, individual, interpersonal y cultural, las cuales serán revisadas a la luz de la violencia de pareja, por ser el tema sustantivo de discusión en este ensayo.
2.1. La violencia como instinto. Este modelo plantea que el hombre es una criatura violenta; se argumenta que el comportamiento humano es similar al comportamiento animal; entre más avanzada sea la especie, los machos son habitualmente más agresivos que las hembras, lo que se ha tomado para sugerir que las diferencias de género son naturales e inevitables (Dallos, 1994).
Esta teoría minimiza la racionalidad humana; es decir, que el hombre como especie pueda pensar, planear, reflexionar y comunicarse consigo mismo y con otros (Dallos, 1994). Además, en contraste con las especies animales, los combates entre machos de la misma especie acaban raramente en la muerte; sólo en el hombre se encuentra el asesinato intra-específico colectivo.
La ciencia ha aportado conocimiento sólido con respecto a los comportamientos de agresión intra-específica; no son comportamientos de origen genético o biológico ni forman parte de la naturaleza humana (Héritier, 1996).
2.2. La violencia explicada desde lo individual, como una consecuencia de rasgos personales, cuadros psicopatológicos, antecedentes familiares, formas de vida, como: consumo de alcohol y drogas (Torres, 2001).
2.2.1. Los rasgos personales y los cuadros psicopatológicos. Estas explicaciones señalan actitudes y comportamientos inadecuados por parte del hombre violento; se trata de hombres pasivos, indecisos e inadaptados sexualmente, lo que los lleva a conductas violentas (Torres, 2001).
2.2.2. Formas de vida. Los hombres adaptados al modelo hegemónico de masculinidad, hombre fuerte y valiente, buscan acreditarse como masculinos comportándose bajo algunos valores asociados con la audacia, el arrojo y las pruebas de “hombría” .
Si se observan detenidamente estas explicaciones, el problema de la violencia de pareja es abordado parcialmente, pues los comportamientos descritos aluden solamente al hombre, es decir, al género masculino. En las dos explicaciones derivadas de lo individual, se coloca al varón como receptor de circunstancias desfavorables, de condiciones externas que originan el desarrollo de una determinada sicopatología o como un repetidor de las pautas sociales de su grupo, un grupo configurado en términos de género masculino por un modelo machista. En cualquier caso, se hace énfasis de condiciones objetivas, condiciones externas al individuo que determinan en el varón una condición subjetiva, una condición interna. Estos argumentos han servido como justificación para eximir de responsabilidad al agresor sobre las consecuencias de sus actos violentos o para usarlos como circunstancias mitigantes al momento de estar en curso un proceso penal (Dallos, 1994).
También existen otras explicaciones individuales elaboradas desde la posición de la mujer. Una de ellas sostiene que la mujer provoca directamente la violencia, con sus actitudes y acciones, y que, además, no hace nada para impedirla. En el trabajo clínico con las mujeres, se ha observado que el tema de la provocación no aparece como una búsqueda intencional para ser agredidas; por el contrario, el trabajo clínico con los hombres ha mostrado que muchos de ellos interpretan como actos de provocación cualquier acción de ellas que les desagrade, desaprueben o interpreten como un desafío a su masculinidad (Torres, 2001).
2.2.3. Antecedentes familiares. La teoría psicodinámica busca explicar la violencia como consecuencia de una trágica historia familiar, caracterizada por la vivencia de conflictos con los padres durante la infancia, pudiendo el varón adulto escoger de manera inconsciente una mujer que le recuerde a su madre y, así, tener la oportunidad de resolver los conflictos infantiles.
Esta teoría tiene como limitante el explicar la violencia como producto inconsciente, lo cual da por descontada la posibilidad de actuar racionalmente y le quita, en consecuencia, responsabilidad al agresor, porque el varón está supeditado a una fuerza subjetiva incognoscible para él, cuyo poder determina sus maneras de actuar. A diferencia de las explicaciones de los rasgos personales y las formas de vida, aquí el énfasis se otorga a la condición subjetiva, la condición interna del individuo, con la cual se puede explicar o, en el mejor de los casos, comprender el por qué actúa como tal.
Ninguna de las explicaciones hasta aquí presentadas son una constante en el sinnúmero de casos estudiados; es decir, no son una invariante, todo lo contrario, en unos casos pudiese encontrarse alguno de estos elementos como variable de influencia, pero sin la suficiencia como para explicar el fenómeno.
La pregunta ¿cómo explicar lo que sucede? No ha podido ser contestada sólidamente bajo estos modelos individuales.
Véanse ahora las explicaciones planteadas desde las relaciones sociales:
2.3. La postura interindividual. La violencia como consecuencia de una familia disfuncional. Esta aproximación considera que la familia es un sistema en el que cada miembro desempeña un papel determinado, cumpliendo una función; los cambios que se produzcan en la vida de cualquiera de ellos repercute en los demás; para que se valore a la familia como funcional, deberá reorganizarse de tal forma que se mantenga la solidaridad y el respeto por medio de la comunicación, sin recurrir a la violencia. De no ser así, se tiene una familia disfuncional, entre cuyas características se encuentran: la falta de comunicación, la distancia emocional (desinterés), negación de los conflictos, pobre o nula convivencia, relaciones rígidas e incapacidad para adaptarse a los cambios (Torres, 2001).
Una de las debilidades de este modelo es que hay muy poca atención a las desigualdades inherentes de poder que existen entre los géneros (Dallos, 1994). Al respecto, el trabajo de Lagarde (1997) apunta de manera interesante el acceso a los recursos. De manera sugestiva, Bourdieu (2000) discute la distribución de los capitales materiales y simbólicos entre los géneros; como consecuencia está la subordinación de la mujer hacia el varón, por el limitado o nulo acceso a los espacios sociales en los que se circulan los recursos, produciendo un estado de dependencia. Una distribución de capitales que se legitima por criterios dicotómicos arbitrarios: alto/bajo, duro/suave, arriba/abajo, fuerte/débil, replicados como pautas culturales, a lo que se suma el peso del tiempo, siempre ha sido así.
2.4. La postura cultural. La violencia de género como consecuencia de las prácticas culturales. Bajo esta perspectiva se encuentran los modelos socio-culturales y las propuestas feministas; en ambos casos se señalan las diferencias en los deberes y expectativas por género, criticando fuertemente el patriarcado, como una manifestación masculina de dominación que ha existido histórica y culturalmente (Dallos, 1994). Varios investigadores que han abordado el tema de la relación y violencia de pareja han incorporado en sus estudios este argumento, entre ellos se encuentran: Bourdieu (2000), Foucault (1999), Reed (1993), Lagarde (1997), Ferreira (1995), Corsi (1995), Ramírez (2000), haciendo énfasis en las formas normalizadoras de las instituciones sociales. Habría entonces que detenerse a discutir cuáles son los elementos que culturalmente reproducen la violencia entre los géneros, cuál es su relación con las formas de vida, el desarrollo de estados psicopatológicos, etc.
Lo anterior sugiere un conjunto de elementos para cuestionar la discusión sobre víctima-victimario, en la cual se alude a formas estereotipadas de relación hombre-mujer, quedando ignoradas otras prácticas de violencia no sólo del varón, sino también de la mujer, más sutiles, pero no menos dañinas que las formas evidentes; se observa además que gran parte de las explicaciones científicas sobre las causas de violencia de pareja se han centrado en el por qué el agresor actúa violentamente y en las consecuencias de la violencia en la mujer en su dependencia social, a propósito de la posición que a ambos géneros se les otorga, de acuerdo con la división y la jerarquía tradicionales entre los sexos.
Siguiendo esta última idea, la mujer se debe al otro, a los otros, mientras el hombre se debe a sí mismo y los demás se deben a él. Las características femeninas más valoradas son: la sumisión, la abnegación, la renuncia, entre otras. Se puede decir que la mujer nace a la vida social subvalorada y el hombre, por su parte, nace a la vida social valorado.
Estas construcciones se ven ilustradas en el trabajo de Goffman (1991), realizado durante 1976 e intitulado Estudios en la Antropología de comunicación visual, el cual emplea una colección de fotografías para revelar esquemas de la conducta relacionados con el sexo, utilizados en la publicidad para representar con beneficio a las mujeres.
Se observa en esta colección que la mujer aparece frecuentemente en posiciones de subalterna o de asistida y con posturas infantiles. El hombre, por el contrario, tiene una imagen que proyecta su posición superior, con su estatura y con la disposición del cuerpo que varía de acuerdo con la cercanía de su compañera, ya sea amorosa, familiar o laboral.
El tacto, la risa, la mirada, el contacto público y no público entre los cuerpos, el uso de las manos, la inclinación de la cabeza y de la mirada muestran a una mujer dócil, sumisa, aniñada; el varón no realiza ninguno de estos movimientos, fácilmente puede instruir a una mujer y no al revés; por cortesía asiste a la dama en varios movimientos corporales, como: abrirle la puerta del carro, encenderle el cigarro, tomarla del brazo en la calle, expresiones “naturales” de feminidad y de masculinidad. Se advierte en el varón una posición de privilegios y de mando sobre la mujer. Sin embargo, como se verá más adelante, las cosas no son así del todo.
En suma, es necesario hacen un análisis macro-micro, que combine la influencia de la cultura en la vida cotidiana y la influencia de la vida cotidiana en la cultura, partiendo de la concepción de que el hombre, como entidad de estudio, es un individuo reflexivo, cuya historia revela la producción de todo un conjunto de configuraciones intergenéricas e intragenéricas, que van perfilando la identidad de cada género.
3. Consideración final
Se observa la necesidad de producir investigación desde una propuesta teórica que tenga presente la relación entre el contexto, el ambiente y el individuo, para no incurrir en discusiones cuyo manejo de los datos esté encaminado hacia la legitimación de la premisa teórica, como ha sido el caso de los modelos instintivista, individual, interpersonal y cultural, tal y como ha sido expuesto por Dallos y McLaughlin (1994); asimismo, pensar en cómo establecer puentes teóricos entre los niveles de análisis de las teorías, de tal modo que a través de ellos se pueda abarcar con mayor alcance el fenómeno de la violencia en la pareja, sin por ello comprometer el objetivo de estudio que se haya establecido. Es de esperarse que aquello que se está buscando privilegie al individuo o a la estructura; sin embargo, el hecho de que se realice el esfuerzo intelectual de abrir los modelos teóricos mantiene atentos los análisis y las reflexiones que se hagan.
Si se opta por un modelo en particular, es menester asumir desde un principio los alcances y limitaciones de los hallazgos que tengan lugar, situación a la cual habrá que sumar la posibilidad de incurrir en un ejercicio repetitivo y poco productivo en términos de discusión. Al parecer, la sociología fenomenológica, en contraste con los modelos ya discutidos, ofrece la posibilidad de desarrollar estudios de género en los que se puede tener presente la relación dinámica entre estructura social e individuo.

Bibliografía
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